Mendel el de los Libros, B. el del Ajedrez, Zweig el de las Historias

Mi primer contacto con Stefan Zweig fue en el colegio cuando un profesor nos leyó "Historia de Ajedrez". Quedé impresionado por la novela, tanto por la trama como por la pasión con la nuestro profesor nos la leía. No era la primera vez que nos leía un libro en clase ni sería la última pero la novela de Zweig se me quedó grabada. Mirando hacia atrás, después de haber leído varios libros del escritor austriaco, creo que este profesor podría ser perfectamente un personaje de alguna de sus novelas. Le recuerdo saliendo de clase cuando en el libro un personaje salía de una habitación o blandiendo una imaginaria espada cuando así lo hacía alguien en la novela. Muchos años después, encontré el libro en una librería y lo relacioné con el que nos había leído el viejo profesor, con lo que lo compre inmediatamente.
Esta introducción viene a cuento porque "Mendel, el de los Libros" me ha recordado a "Historia de Ajedrez": una estructura narrativa similar, dos personajes que comparten capacidades prodigiosas, y que sufren ambos las consecuencias de la guerra. La estructura narrativa de Mendel es clásica en Zweig, mezclándose el relato de hechos vividos por el narrador en primera persona con hechos que otros personajes le cuentan al narrador sobre el personaje en cuestión. También es muy reconocible el tipo que describe, que recuerda a otros de sus antihéroes, especialmente al actor Peter Sturz de "El pago de la Deuda Atrasada", relato que a mi gusto es de los mejores de Zweig.
De todas maneras, tengo que reconocer que el libro no me ha entusiasmado. Esto no quiere decir que no me haya gustado, sino que mis expectativas por lecturas anteriores como las ya citadas o "Momentos Estelares de la Humanidad" (conjunto de acontecimientos históricos narrados con una pasión que los hace parecer relatos inventados por el propio autor), eran muy altas y no se han visto del todo cumplidas. En caulquier caso el libro me ha gustado y quiero destacar la frase que lo cierra: "los libros se escriben para [...] defendernos frente al inexorable reverso de toda existencia: la fugacidad y el olvido".

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